Platón
El Estado Ideal de Platón: La República
Platón (427 AC – 347 AC), como buen discípulo, dio un paso más allá de
Sócrates con la convicción de que solamente a través de cambios fundamentales en la estructura de un Estado sería
posible la implementación de una comunidad política ideal y
justa.
El Estado ideal de Platón es
descrito en su obra más conocida, La República, a
través de la boca de Sócrates, su principal protagonista.
En el primer libro de La República, Sócrates
se enfrenta a Trasímaco, quien sostiene que es mejor llevar una vida injusta
que una vida justa. En este debate, que es continuado en el segundo libro por
Glaucón y Adimanto, se desafía a Sócrates a probar
que, al contrario de lo que piensa Trasímaco, la justicia es la mejor de las virtudes.
Para completar esta tarea, Sócrates introduce una dimensión política y
afirma que es más fácil descubrir la justicia en una
ciudad que en un individuo, dado que las ciudades son más
grandes y, por tanto, la justicia será más aparente.
El primer y principal objetivo de La República será,
por tanto, determinar qué hace que un Estado sea justo o
injusto.
En el proceso de construir la ciudad ideal, Sócrates distingue tres clases de ciudadanos: la clase trabajadora
(granjeros, artesanos, mercaderes, etc.), la clase militar (los «auxiliares») y
la clase gobernante (los «filósofos reyes»).
La estructura jerárquica del Estado ideal se basa en el supuesto de que
existen diferencias naturales en las aptitudes de los
individuos que forman parte de una misma comunidad. Así,
quienes muestran una predisposición natural hacia las actividades intelectuales
tendrán una educación especial en matemáticas y filosofía y, eventualmente, se
convertirán en los líderes del Estado.
En lo que respecta a la organización económica,
en la ciudad ideal la clase de los campesinos y artesanos podrá ser dueña de
propiedades y disfrutar de la prosperidad material de su trabajo; mientras que
los soldados y los gobernantes tendrán prohibida la posesión de propiedad
privada y vivirán una vida austera.
El propósito de esta distribución es asegurar la felicidad de la
ciudad considerada como un todo, en el que cada clase
experimente condiciones de vida que le permita alcanzar su máximo potencial
y cumplir su función apropiadamente. Mientras que los
trabajadores serán felices disfrutando de la prosperidad material, los soldados
y gobernantes alcanzarán la felicidad por medio de la posesión de los «bienes
del alma» y el perfeccionamiento de las virtudes morales e intelectuales.
Según el argumento de Sócrates, los miembros de cada una de estas tres
clases lograrán la felicidad trabajando por el bien de la comunidad y
contribuyendo al bienestar general en aquellas áreas en las que
cuentan con aptitudes naturales.
Todos los aspectos de la estructura de esta República estarán
articulados mediante las Leyes, que
regulan los aspectos más básicos de la vida política y social del Estado. Los
gobernantes se encargarán, gracias a sus capacidades racionales, de trabajar en
los detalles de dichas leyes sin estar, en ningún
caso, por sobre ellas.
Pero ¿Cómo se asegurará en esta República que la clase gobernante lidere
bajo los principios morales adecuados y no busque, en cambio, la riqueza, el
poder y la fama? Para Sócrates, esta preocupación no tiene
sentido. Según él, la educación que los gobernantes reciben da
forma a sus valores de tal manera que el abuso de poder no les provoque ninguna
tentación.
Como se dijo anteriormente, para los gobernantes los bienes que se obtienen a través del abuso de poder son
insignificantes en comparación con los bienes trascendentales
del «mundo de los objetos inteligibles», a los que se accede por medio de la
mera contemplación.
Sócrates explica esta situación en el libro VII por
medio de la famosa «Alegoría de la Caverna». En
ella se dice que nuestra vida en este mundo es como la vida de prisioneros que
se encuentran encadenados en una cueva en la que solo pueden ver sombras de la
realidad.
La educación que se les da a los filósofos les libera de las ataduras y los guía fuera de la caverna hacia
el mundo iluminado por los rayos del sol. Ahí, son capaces de contemplar la realidad del mundo de las Ideas y las Formas
(el mundo inteligible).
Al volver a las sombras de la caverna, los filósofos ya no tienen
interés en la influencia, el prestigio y la riqueza (sombras). En
cambio, su vida se guía por la búsqueda de la Verdad, la Justicia, lo Bueno,
lo Bello y otras Formas (ideas).
Existe, obviamente, lugar para el escepticismo en algunos de los
argumentos que contiene La República de
Platón. Sin embargo, antes de enfocarnos en la crítica que ha recibido esta
obra, primero vale la pena mencionar algunas de sus principales
virtudes.
En primer lugar, Platón sostiene que las mujeres deben recibir igual
trato que los hombres. Esto es, se les deben dar las mismas
oportunidades educacionales, puesto que se afirma una igual distribución de
talentos y capacidades entre hombres y mujeres.
Adicionalmente, la ausencia de esclavitud en el
Estado Ideal es sorprendente, teniendo en consideración que la
esclavitud era una institución normal en las poleis griegas de la antigüedad.
La idea de que existen humanos que deben ser propiedad de otros no tiene
mención alguna a lo largo de la obra.
En el lado negativo, una de las principales críticas
a La República es la ausencia de libertad y autonomía en el
Estado Ideal. Así también, no existen razones suficientes como
para estar seguros de que una pequeña élite gobernante (sin supervisión alguna)
mantendrá su compromiso con la persecución del bien común.
Fuente Bibliográfica:
https://conceptospoliticos.com/teoria-politica-clasica-socrates-platon-y-aristoteles/#:~:text=En%20lo%20que%20respecta%20al,vida%20colectiva%20de%20la%20comunidad.
Comentarios
Publicar un comentario